lunes, 30 de enero de 2017

Fanáticos dominicanos: ¿Sabedores de béisbol o analfabetos en la materia?

Cada vez que una serie final está a punto de empezar, sobre todo si los adversarios han de ser Águilas Cibaeñas y Tigres del Licey, cientos y miles de sus seguidores en todo el país se dan a la tarea de opinar que dicho playoff está amañado, que se trata de un negocio y que, por consiguiente, se jugarán los nueve partidos.

Por Iván Ottenwalder


La República Dominicana es un país cuya población está considerada como una de las que más sabe de béisbol en todo el planeta. De este pequeño terruño salen, según los grandes expertos en la crónica deportiva internacional, una gran tajada de los mejores peloteros del mundo, la mayoría integrantes de los equipos de béisbol de las Grandes Ligas de Norteamérica (Estados Unidos y Canadá).


Está más que decir que en cada rincón del mundo donde se juegue al pasatiempo del bate y la pelota, podemos encontrar a un dominicano. En el béisbol de Taiwán, Corea, Japón, México y las ligas menores de Estados Unidos, la presencia de beisbolistas quisqueyanos es notoria. De cualquier miserable batey, barrio popular o comunidad muy empobrecida de la República Dominicana, puede emerger una súper estrella del mañana. La historia no miente. Acorde a un artículo de investigación del periodista Héctor Gómez, publicado en el portal www.deporvida.net, el 5 de marzo del año 2016, un total de 657 jugadores nativos han debutado en el Béisbol de Liga Mayor, Major League Baseball (MLB) por sus siglas en inglés, desde la década de los 50 hasta la actualidad.


Los partidos de béisbol de MLB como los de la liga otoño-invernal dominicana, cada año generan toques de queda en los bares, colmadones, drinks de bebidas alcohólicas y los hogares. No importa la clase social, el dominicano promedio, excepto las escasas minorías, llevan la pasión por este deporte en las venas. A los varones, desde niño, los padres les inculcan la emoción por este juego inventado, no se sabe si por Abner Doubleday o Alexander Cartwright. Las hembras tampoco se salvan del lavado de cerebro de sus progenitores. La mayoría de las veces les imponen a sus pequeños el equipo dominicano a seguir. Si los papás son liceístas furibundos casi siempre van a esperar que sus vástagos sean complacientes y respalden a los Tigres del Licey. Si son aguiluchos, escogidistas, estrellitas, taurinos o gigantistas, lo mismo por igual. En los únicos casos donde puede haber posibilidad democrática de elección es cuando uno de los padres, sea el hombre o la mujer, es de equipo contrario. Si por ejemplo papá es aguilucho y mamá liceísta, se le permite a los niños elegir entre uno y otro conjunto. Si uno de los infantes osara cruzar la línea y apoyar a otro team diferente, tendrá que prepararse para enfrentar los enojos y reclamos de sus ascendientes. Por lo regular, los padres siempre terminan aceptando esas pequeñas discrepancias, aunque a regañadientes y mostrando inconformidad.


Con esa cultura impuesta desde la infancia crecen los dominicanos. Desde temprana edad se van convirtiendo en aficionados, analistas y críticos de la pelota. Sus vidas siempre están girando entorno al Deporte Rey de República Dominicana. Pasan por la adolescencia y alcanzan la adultez hablando el mismo idioma de las bases, las bolas, el bate, el strike, el hit y el cuadrangular. Los debates acalorados, muchas veces pasados de tono, entre dos o más fanáticos, suelen ser la norma en los lugares de expendios de alcoholes. La cuerda mortificadora al hincha contrario tampoco ha de faltar.



Sin embargo, quiero expresar mi preocupación porque en los últimos 20 años se ha venido produciendo una situación, desafortunadamente degenerada en fenómeno, que ralla en el peor de los absurdos y las más tontas de las idioteces. Como dominicano que soy jamás me lo esperaba. No, nunca esperaba que los fans dominicanos, que se jactan en predicar que son los que más saben de béisbol, cayeran en tan hondo disparate. Y no son algunos los sustentadores del desatino, sino legiones. Niños, jóvenes y adultos incluídos en el paquete.


Cada vez que una serie final está a punto de empezar, sobre todo si los adversarios han de ser Águilas Cibaeñas y Tigres del Licey, cientos y miles de sus seguidores en todo el país se dan a la tarea de opinar que dicho playoff está amañado, que se trata de un negocio y que, por consiguiente, se jugarán los nueve partidos. Entre las expresiones ridículas más sonoras que podemos escuchar de los labios de tan “cultos eruditos” se encuentran: “eso ta hablao, se van a jugá lo nueve”, “¡Tú no sabe que eso e un negocio donde se van hacé de dinero lo do equipo!”, “Oye, las Águila se van a dejá ganá cuatro; el Licey se va a dejá ganá cuatro y el último lo van a jugá de veldá”. ¡Tú no sabe que eso son lo do equipo que llenan lo etadio en ete paí!”. “Oye, a lo equipo chiquito como lo Gigante, la Etrella y lo Toro, le van a dá un dinero pol la iquielda pa’ que se dejen ganá y dejen pasá a Águila y Licey”, “¡Te toy hablando, e que Águila y Licey son lo equipo ma montro!”


Comentarios irracionales de ese tipo han sido muy comunes durante muchos eneros. Pueden venir tanto de bocas liceístas como aguiluchas. Quizás de algunas escogidistas, pero en menor proporción, ya que, por fortuna, esta fanaticada ha sido una de las más comedidas en el análisis.


Licey y las Águilas son los mayores referentes en cuanto a campeonatos ganados en el béisbol dominicano (22 y 20), Series del Caribe obtenidas (10 y 5) y, por supuesto, en cuanto a mayor cantidad de aficionados. Según una encuesta de la firma Gallup publicada por el matutino HOY en diciembre de 2009 los Tigres del Licey con un 38.8% y las Águilas Cibaeñas con un 31.7% resultaron ser los conjuntos de mayores simpatías en el país. Los Leones del Escogido obtuvieron en el sondeo 11.1%, los Toros del Este 2.3%, los Gigantes del Cibao 1.9% y las Estrellas Orientales 1.7%. Un porcentaje de 12.4% respondió que no sabía o no quiso revelar su preferencia.


Pero también estos dos colosos del béisbol profesional, conocidos a partir de la década de los 70 del siglo pasado como “los nuevos rivales”, son los poseedores de las hinchadas más emotivas, bochincheras, sensibles, burlonas, exigentes y agresivas de toda la geografía nacional. Todo eso ya es historia patria, pero, la pregunta que me planteo es esta: ¿De dónde han sacado aguiluchos y liceístas tamaño absurdo de que las finales son vendidas?
Toda persona con la cabeza bien puesta debe entender sobre lo dificilísimo que es vender partidos de series finales y el riesgo que ello implica. Primero habría que sobornar a todos menganos y fulanos, incluyendo a sutanejo el recoge bates. Intimidarlos con amenazas en caso de que alguien abra la boca y lo sople todo. Esto sería mucho más complejo que un secreto de Estado. Conociendo a la mayoría aplastante de dominicanos, que no saben guardar secretos, el asunto se tornaría más que imposible.


Y ahora voy a revelar un poco de historia, esperando que los seguidores de uno y otro combinado no se enfaden conmigo.


Durante las 20 ocasiones en que se han enfrentado estos equipos en grandes finales, muy pocas veces la serie ha llegado al máximo.


Cuando existía el formato de 7-4 los resultados fueron estos:


Temporada y resultado
1952: Se fueron al máximo y ganaron las Águilas (4-3)
1953: Licey ganó en cinco partidos (4-1)


En formato 9-5
Temporada y resultado
1963-64: Licey triunfó en ocho juegos (5-3)
1969-70: Licey ganó en seis (5-1)
1971-72: Las Águilas triunfaron en ocho (5-3)
1973-74: Licey ganó en siete (5-2)
1975-76: Las Águilas doblegaron en ocho (5-3)
1976-77: Licey ganó en siete (5-2)
1977-78: Águilas triunfaron en siete (5-2)
1982-83: Licey se impuso en siete (5-2)


De nuevo en 7-4
Temporada y resultado
1983-84: Se fueron al máximo y ganó Licey (4-3)
1985-86: Ganaron las Águilas en cinco (4-1)
1993-94: Licey triunfó en cinco (4-1)
1997-98: Ganaron las Águilas en seis (4-2)
2001-02: Se fueron al tope y ganó Licey (4-3)
2004-05: Se fueron al tope y ganaron las Águilas (4-3)


Otra vez el 9-5
Temporada y resultado
2005-06: Ganó Licey en siete (5-2)
2006-07: Triunfaron las Águilas en siete (5-2)
2007-08: Ganaron las Águilas en ocho (5-3)
2016-17: Se fueron al máximo y triunfó Licey (5-4)


De los 20 matches de series finales entre azules y amarillos solo en cinco (5) ocasiones, cuatro en formato 7-4 y una en 9-5, se ha tenido que llegar al máximo de decisión. En los restantes 15 enfrentamientos NO.


Hubo casos donde los resultados concluyeron 4-1, 4-2, 5-1, 5-2 y 5-3.


¡Más claro, ni el agua!


Ahora les pregunto a los fans de unos y otros, ¿dónde estuvo el negocio? ¿Dónde estuvo la mafia?


Maña vieja


Durante los últimos dos decenios he aprendido a comprender mejor sobre los porqués de tantos dislates. Esto ya lo he comprobado porque es una maña vieja de muchos liceístas y aguiluchos, que, cuando uno de los conjuntos empata la serie final, ya sea, 1-1, 2-2 o 4-4, inmediatamente los hinchas del equipo perdedor salen argumentando que se dejaron ganar porque la final estaba arreglada para que se jueguen todos los partidos porque hay tanto dinero de por medio. Estas incongruencias no son más que el simple derecho al pataleo. La máxima predominante es no aceptar el revés ante el oponente; no darle jamás el más mínimo de los créditos.


Para la temporada 2007-08 una persona muy conocida, de simpatía liceísta, le decía a su madre aguilucha: “mami, eso e’ to un negocio. Oye, el año pasao dejaron ganá a las Águila pa’ que empaten en campeonato con Licey, pa’ que ahora en eta temporada se vuelvan a ve en la final y llenen el play. Tú verá que ahora e’ el Licey que va a ganá. Te va a acoldá de mí”.


Es cierto que para la estación 2007-08 Licey y Águilas se encontraban empatados en títulos ganados con 19 y que en otra eventual final entre ambos se definiría la supremacía por ser el más ganador de coronas.


Efectivamente, en enero de 2008 Tigres y Águilas se midieron en la final por el campeonato y por la jerarquía histórica. Pero ¿acertó en su predicción el mencionado personaje?


Las Águilas campeonaron en ocho partidos (5-3) y se colocaron en la cima como el combinado más ganador de aquel entonces, 20 coronas contra 19 de sus archirrivales. Luego vino la terrible sequía de 8 temporadas sin ganar para los de Santiago de los Caballeros, lo que fue aprovechado por la escuadra felina para conquistar dos coronas y tomar el liderato, 21 contra 20 de sus adversarios.


Para el playoff final de la contienda 2016-17 los grandes titanes del béisbol se vieron de nuevo las caras. Se jugaron los nueve partidos, pero no porque esta vez haya sido un fraude ni nada por el estilo, simplemente porque ambas tropas estaban muy compactas y contaban con buenos peloteros, lo que facilitó las condiciones para que la decisión se definiera al máximo. Licey ganó porque capturó ese último desafío en la histórica Ciudad Corazón. Derrotaron a los dueños de casa con marcador de 6-2 en su ruidoso y mítico parque.


Ciertamente que el derecho le asiste a cada quien, a la mayoría si se quiere, de creer y opinar como le parezca, pero del mismo modo me asiste también el derecho como profesional de este oficio periodístico, en el que jamás me he enriquecido, de expresarme y señalar los errores lamentables en los que tantas veces incurren mis connacionales.


Fuentes:
Anuario de Béisbol Invernal Dominicano 2006-07, Héctor J. Cruz.

sábado, 21 de enero de 2017

Toros del Este y Estrellas Orientales jugaron en Curazao



Ambos equipos dominicanos disputaron dos partidos los días 7 y 8 de diciembre de 1990 en Willemstad, capital de la pequeña isla antillana. Para tales fines hubo que acondicionar el estadio de fútbol del Centro Deportivo de Curazao en un parque de béisbol.

 

Por Iván Ottenwalder



Los grandes rivales beisboleros de la región este del país, Toros del Este y Estrellas Orientales, escenificaron par de partidos nocturnos en tierra lejana, los días 7 y 8 de diciembre de 1990. Nada del Tetelo Vargas de San Pedro de Macorís ni del Francisco Micheli de La Romana. Los combates entre las dos novenas se jugaron en Willemstad, capital de Curazao, país perteneciente a las Antillas Holandesas.



Era la temporada dominicana de béisbol otoño-invernal 1990-91 y para asuntos de calendario ambos partidos tendrían validez en la vuelta regular.  No importaba que se jugase en China o en la Antártida, derrota o victoria contarían de igual modo.



Aquello fue un experimento de la Liga Dominicana de Béisbol (LIDOM) que contó con la aprobación de las autoridades deportivas de Curazao. Una estrategia no mal planificada, pues, el pelotero Hensley Meulens, de los Azucareros del Este, era oriundo de aquel país y muy admirado allí. Su gente curazoleña quería verle, y esa fue la razón por la que se programaron esos dos choques en la pequeña pero desarrollada islita antillana, que tiene su cultura beisbolera, pero con menos rango que República Dominicana.



El viernes 7 de diciembre por la mañana jugadores de ambos equipos abordaron un avión rumbo a Willemstad. El estadio de fútbol habilitado para béisbol del Centro Deportivo de Curazao les esperaba. Orientales y taurinos entrenaron con intensidad. La fanaticada beisbolera de la isla antillana se preparó para comprar las boletas y acudir al parque de pelota a ver jugar uno de sus ídolos deportivos. El partido sería disputado de noche y transmitido para la República Dominicana por la emisora romanense Radio Juventud. En aquellos tiempos los Azucareros no contaban con cadena de televisión.



Quien ganara de las dos escuadras era lo menos importante para la hinchada curazoleña. Los espectadores solo esperaban que su compatriota bateara mucho, que diera muchos palos. Pero las aficiones estrellista y taurista, que escucharían los juegos por radio, pensaban diferente. Para ellos sí tenía mucha relevancia. Anhelaban que sus respectivos conjuntos clasificaran al round robin, los playoffs del béisbol dominicano. Cada partido contaba.



¿Pero qué tan numerosa fue la cantidad de fans al estadio? Una lastimosa cifra que apenas sobrepasó los 3 mil aficionados. Muchos de los entusiasmados se quedaron en sus casas, así nomás.



Tony Chance venció a Meulens



Mirándolo desde un punto de vista dos cosas salieron mal en ese primer partido. Una, para la escasa fanaticada, ya que Hensley Meulens no pudo llenar las expectativas esperadas, y la otra, para los Toros del Este, que perdieron jugando como locales, 5-2. Sin embargo, para las Estrellas Orientales todo fue halagador.



Los bovinos arrancaron bien, picando delante en el marcador. Una vuelta en el primero y otra en el tercero, esta última gracias al bate del novato sensación Andújar Cedeño.



Dos a cero se mantuvo el partido hasta la parte baja del séptimo episodio. José Ventura, lanzador de los romanenses, realizaba un encomiable trabajo, pero en ese inning permitió una carrera a los verdes. De todos modos, el serpentinero se mantuvo en el montículo hasta el octavo, dejando a su combinado al frente, 2-1. Pero en el noveno llegó la tragedia.



En su última oportunidad al bate las Estrellas de San Pedro de Macorís se rebelaron y explosionaron al lanzador relevista Águedo Vásquez. Marcaron cuatro carreras, tres de ellas producto de un jonrón de Tony Chance con dos corredores a bordo, determinantes para el triunfo. Ventura lanzó muy bien, pero el relevo le estropeó la valiosa actuación.



Los escasos tres mil y tantos espectadores que pagaron sus taquillas jamás pensaron que el estadounidense Chance derrotaría al hijo de casa Meulens. Pero esa fue la realidad. El poderoso importado de los orientales, que bateaba a la derecha, se convirtió en el dueño del play y el espectáculo.



Crédito también lo tuvo Bienvenido Rivera, diestro lanzador de las Estrellas, que solo toleró dos rayas a sus oponentes. El petromacorisano, poseedor de una potente recta y otros pitcheos engañosos, intimidó a los bates del rival.



Toros evitaron la barrida



El sábado 8 y en el mismo escenario volvieron a verse las caras ambos conjuntos. José Vargas por los verdes e Hipólito Pichardo por los morados serían los pitchers abridores. El partido también se jugaría por la noche y los únicos roles que cambiarían serían los de local y visitante. Las Estrellas tendrían la ventaja de localía.



Los Azucareros se salvaron de la barrida tras ganar el partido. El resultado fue 6 a 4. Tomaron la delantera marcando una vuelta en la primera entrada, remolcada por el prospecto José Offerman y anotada por Beban Pérez, jugador de escasa producción estadística pero oportuno con el bate. Vale decir que un error defensivo de cuadro interior de las Estrellas, que permitió a Pérez ubicarse en posición anotadora, propició las condiciones para ese marcaje.



Los de San Pedro igualaron la pizarra en el cierre del tercer acto por obra de un elevado de sacrificio de Ramón Caraballo que impulsó al veterano Luis Reyna desde la tercera almohadilla.



En el cuarto capítulo ocurrió de nuevo el desempate. Otra vez una mala defensa de los elefantes sería la protagonista. Ramón Cedeño había alcanzado la inicial con inatrapable y le llegaba el turno al bate a Víctor Rosario. Éste fue dominado con rodado inofensivo al lanzador José Vargas quien tiró salvaje a la intermedia, buscando el out forzado. La bola se internó en el jardín central y fue pifiada por el defensor de la posición, posibilitando la anotación.



La quinta entrada trajo dos carreras más para los de La Romana. Ramón Sambo, atleta de cuarto año en la liga beisbolera, recibió boleto gratis. Entones vino el ídolo de casa, Hensley Meulens, y disparó doblete remolcador de la tercera taurina. La hinchada lo gritó y aplaudió. El chico de Curazao pisó la goma y el culpable fue nuevamente el lanzador, quien intentó cogerlo out con un viraje a la segunda, depositando la pelota al centerfield. Las piernas veloces de Meulens, con tiempo suficiente, alcanzaron el pentágono.



Alberto Montero.
Vino la quinta anotación en el sexto episodio. Bases por bolas al joven Alberto Montero y triple contundente de Beban Pérez la produjeron. Pero en el cierre de ese inning las Estrellas explotaron a Hipólito Pichardo con tres vueltas. Los autores, Miguel Sabino, Francisco Cabrera y de nuevo Tony Chance. Sencillo, bases en bolas y cuadrangular, respectivamente. La película entraba en suspenso ahora con el 4 a 5. El personaje de Chance, cuan demonio implacable, seguía luciéndosela y provocando miedo. Por segunda noche seguida conectaba jonrón de tres carreras.



Respiraron los Toros en el séptimo capítulo, el lucky seven, inning de la buena suerte, según la cábala. Marcaron una para despegarse, aunque poca cosa, 6-4. El relevista de los paquidermos, Franklin García, la encajó. Con Ramón Sambo y el popular Meulens, quien había disparado nuevamente de hit, corriendo en los cojines de tercera y segunda, permitió un elevado de sacrificio al outfield de Víctor Rosario, suficiente para que el velocísimo Sambo marcara.



Las Estrellas no estaban dispuestas a rendirse. En la octava llegaron a colocar dos corredores en bases con un solo out, gracias a boleto del pitcher Greg Everson al veterano Juan Castillo e inatrapable de Jeff Tackett. El mánager de los Toros, Jeff Cox, sustituyó a Everson por otro lanzador, Clemente Acosta. El relevista dominó a César Bernhardt con roletazo para doble matanza que puso fin al pánico.



Finalmente, los bovinos sellaron la victoria en el cierre de la novena entrada cuando Carlos Maldonado retiró de uno, dos y tres a la artillería rival.



Pichardo fue el serpentinero ganador por su equipo, pero llevándose tamaño susto con el tetrabases que le pegó Chance. Y si de Chance hay que hablar, no queda más que reiterarlo con justicia: dueño del estadio y del espectáculo. Sus dos jonrones y seis remolcadas así lo avalaron. El público curazoleño, que pagó por ver al paisano, tuve que conformarse mirando al forastero obtener sobresalientes. El hijo del pueblo, aunque con decente actuación en el segundo choque, perdió la batalla ante el norteamericano. ¡Pero mucho contra poco!



Los periódicos dominicanos de la época nunca especificaron acerca de la concurrencia de fanáticos durante el segundo enfrentamiento de los combinados cañeros.



Hipólito Pichardo.
En cuanto a la división de honores, más perjudicó ésta a las Estrellas Orientales que a los Azucareros del Este. Con el revés del sábado los elefantes cayeron al último puesto en el tablero de posiciones (14 victorias y 18 derrotas), mientras que a los romanenses no les afectó tanto perder el choque del viernes, pues, con la ganada del día siguiente, mantuvieron el primer lugar en el standing, 18 – 12. 















 






















Fuentes: Periódicos El Nacional y Última Hora, diciembre de 1990.